Hoy os queremos hablar de una situación que parece paradójica, ¡pero no lo es! Si algo caracteriza al acero inoxidable, como su propio nombre indica, es porque no se oxida. Pues bien, no tiene por qué ser así.
El acero inoxidable es el más resistente a la corrosión, con diferencia. En este sentido, tenemos que mencionar a un componente clave: el cromo. El cromo, presente entre un 10 y un 20% de la aleación del acero inoxidable, al estar en contacto con el oxígeno, crea una fina capa protectora sobre el hierro.
Es el óxido de cromo, el cual “obra el milagro” para que la corrosión no haga su efecto sobre el metal, por años y años. Sin embargo, no hay que olvidar que es una fina barrera la que lo protege de la oxidación. ¿Qué pasaría si esta capa se viera superada? La aleación sufriría como cualquier otro metal y se acabaría oxidando. Así que sí, el acero inoxidable también se puede oxidar.
Ahora, vamos a ver algunas de las causas por las cuales se puede oxidar el acero inoxidable. Hay diversos motivos, como vamos a ver a continuación.
La sal es altamente corrosiva, pudiendo dañar la capa de óxido de cromo con facilidad. Es, por eso, que las zonas de costa y su excesiva salinidad dañan con mayor premura todo tipo de metales.
Lo podrás comprobar en la chapa de los coches, mucho más dañados. La sal marina es, en este aspecto, especialmente dañina. Por eso, también puede dañar los automóviles cuando se echa sal para despejar las calles de nieve, sin ir más lejos.
El óxido de cromo se puede deteriorar de diversa maneras. Una de ellas es cuando, de forma accidental, otro acero impacta en la superficie y crea una “apertura” en dicha capa. La barrera también puede romperse debido al uso de material inapropiado en la limpieza, como los cepillos de alambre.
¿Y por qué son otros aceros los que “vuelven” oxidable al acero inoxidable? Lo que sucede es que, en un fuerte contacto, las partículas del otro acero se incrustan. Así, no solo penetran la capa que le protegía, sino que proporcionan un punto vulnerable de entrada a la corrosión a través de dichas partículas.
Acabamos de mencionar que, durante el proceso de limpieza, el uso de ciertos materiales de acero pueden ser dañinos para el acero inoxidable. De la misma forma, la limpieza inadecuada puede incidir en otras muchas maneras para que el acero inoxidable se pueda oxidar.
Por ejemplo, tras el lavado, si no se enjuaga adecuadamente, la reacción del hierro con el oxígeno puede generar óxido. Hay productos químicos, por otro lado, que pueden dañar el óxido de cromo, como el cloro.
El acero inoxidable es un material muy resistente a la corrosión, aunque eso no quita para que haya que realizar una serie de tareas de mantenimiento. Si ha aparecedlo óxido, se deben de seguir una serie de pasos.
Lo mejor, este sentido, es eliminar posibles manchas, como las denominadas manchas de polvo de óxido, por medio de productos específicos de acero inoxidable.
En algunos casos, como en la unión de dos piezas de acero inoxidable, es probable que en el proceso se haya dañado mediante la pulidora la capa y, debido a ello, haya aparecido óxido en esa zona. En este caso, se puede utilizar un gel removedor de óxido.
Con el objetivo de recuperar la capa pasiva que le devuelva la protección, se pueden aplicar productos pasivantes. Ya sea en líquido o en gel, elimina el óxido o posibles restos.
Siguiendo estos pasos, eliminarás el óxido y recuperará las excelentes cualidades que caracterizan al acero inoxidable.