Como bien sabéis, el acero inoxidable es nuestra especialidad. Hablamos de un material perfecto para crear estructuras duraderas y que no se corroan. Además, el acero inoxidable tiene otras propiedades que le hacen ser único, como su resistencia ante elevadas temperaturas, su elasticidad o su facilidad de limpieza.
Ya os explicamos en este post sobre los tipos y clasificación de los aceros inoxidables que es su composición la que repara automáticamente el material, tras sufrir algún daño. Por eso, es el material perfecto para productos industriales o caseros.
Pues bien, en el artículo de hoy nos vamos a centrar en el proceso de fabricación del acero inoxidable. Hablamos de un proceso complejo, compuesto por numerosos pasos en los que se busca jugar con la ductilidad del material y, al mismo tiempo, mantener intactas las excelentes cualidades de la aleación.
Podéis ver cómo se consigue realizar piezas que posteriormente conformarán el acero inoxidable. Así, vamos a ver las distintas etapas de este proceso, de manera pormenorizada. ¿Preparados?
Ahora, vamos a ver cada uno de los pasos que se siguen a la hora de fabricar el acero inoxidable. Vas a poder comprobar que se trata de un proceso de lo más interesante, hasta dar como resultado un producto único e inigualable, como es el acero inoxidable, ¡ya verás!
El primer paso en la fabricación del acero inoxidable es, precisamente, obtener el material con la composición química del mismo. Es más, se trata del proceso en el que se determinará la calidad del acero inoxidable. Aquí, es donde se recopilan los componentes como el propio acero, el cromo, el níquel o el manganeso, que se encargarán de conformar finalmente el producto.
Posteriormente, todos estos componentes se funden en un horno eléctrico, en un proceso conocido como acería. Así, se carga la materia prima dentro del horno y se cierra la correspondiente bóveda. Luego, descienden los electrodos de que entran en contacto con la materia prima para iniciar el arco eléctrico y proceder a la fusión del material a temperaturas elevadísimas, como es lógico.
El acero líquido es traspasado a un convertidor y donde se realiza un soplado de oxígeno y gas inerte, generalmente argón, consiguiendo de esta manera crear una aleación más afinada, con el objetivo de reducir el nivel de carbono de la aleación. Durante todo el proceso, se corrobora que la composición y la temperatura de la aleación resultante es la adecuada, a través de un análisis de las muestras, procediendo a su corrección en tiempo real, en caso de que fuera necesario.
Depositada en una cuchara de trasvase, la mezcla de la aleación se pasa a una artesa. Aquí, se procede a colar el material para conseguir separar aquellas partículas sobrantes y que se denominan como partículas de escoria, antes de que se coloque en la lingotera o molde para la solidificación del acero inoxidable.
Una vez se obtiene el acero, sin impurezas de ningún tipo, se procede a la solidificación que se produce en la máquina de la colada continua. De aquí, las piezas resultantes son de grandes dimensiones y elevado tonelaje. Cada una de estas piezas es inspeccionada para corroborar que cumple con todos los requisitos de calidad.
El acero solidificado se introduce el material en el horno a alta temperaturas, aprovechando la mayor ductilidad del acero inoxidable a elevadas temperaturas, cercanas a los 1.300 º C. Posteriormente, la pieza se coloca en desbastes rectangulares, planchas o palanquillas para graduar el grosor y anchura que se desee. Para garantizar los valores de la anchura de la placa deseada y que los bordes queden adecuadamente moldeados, se utiliza una máquina de cilindros hidráulicos verticales.
En un horno de atmósfera oxidante, el material resultante se recuece y así consigue que recupere sus características mecánicas y estructurales. Además, durante la laminación en caliente, se forma una capa de óxido en la superficie, la cual se denomina cascarrilla. Es necesario, antes de seguir con el proceso de fabricación, hay que eliminar esta capa porque podría dañar la superficie del acero. Esta operación es conocida como descascarrillado.
Mediante un sistema de duchas, se procede al enfriamiento de las láminas y se procede a obtener el espesor y diámetro final del acero inoxidable, con el objetivo de perder la ductilidad del metal y según los requerimientos del cliente.
Con el material resultante, se procede a recocer las láminas, sometiéndoles de nuevo a un tratamiento de alta temperatura para posteriormente proceder a un enfriamiento controlado. Una vez conseguido el aspecto habitual del acero inoxidable, se procede a su decapado. Esta operación se realiza en los hornos de atmósfera reductora.
El acero inoxidable final dependerá de qué es lo que se busca. Así, se procede a realizar un acabado en mate o brillante.
Con todo ello, podéis comprobar que se trata de un complejo proceso, pero el resultado bien merece la pena. Un material que no se corroe y que dura con el tiempo, perfecto para numerosas utilidades.